Una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla
que ocurre en el interior de las personas.
Él dijo, «Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de todos nosotros».
«Uno es Malvado – Es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, soberbia, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego.
«El otro es Bueno – Es alegría, paz amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad,
benevolencia, amistad, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe.
El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo:
“¿Qué lobo gana?”
El viejo Cherokee respondió: «Aquél al que tú alimentes.»
Esta conocida fábula nos ayuda a entender lo que sucede cuando intentamos cambiar nuestro comportamiento. Existe una competencia feroz entre el viejo hábito y en nuevo hábito. Tal como en la fábula, ganará el hábito que más alimentes.
En nuestro cerebro, un hábito es un circuito neuronal que se ha formado y fortalecido mediante la repetición de una acción. Es como cuando pasas 12 años tomando la misma ruta para llevar tus hijos al colegio, de repente un Sábado te montas en el carro y tomas la ruta del colegio aunque ibas a visitar a tu mamá. El hábito es un camino, que por recorrer tantas veces, se agrieta y nos montamos en él automáticamente sin darnos cuenta.
Cuando un pensamiento o acción es repetido muchas veces es reforzado en la anatomía y química de nuestro cerebro. El circuito neuronal (hábito) es cubierto por una sustancia llamada mielina que lo fortalece, de forma tal que crece su potencial de ocurrir en el futuro. Algunos de nuestros hábitos viejos se convierten en un lobo malvado que nos hace daño. Estos lobos malvados, como los circuitos neuronales de los hábitos reforzados, nunca mueren. Cuando queremos cambiar un hábito viejo porque no es efectivo, este ya está muy fuerte y la mielina no lo deja morir. Es por esto que debemos crear un hábito nuevo que lo sustituya.
Crear un lobo nuevo es relativamente fácil. Al cerebro le toma una semana crear el circuito neuronal que soporta un nuevo hábito. El problema es que esa red puede morir rápidamente si no la alimentamos. El lobo nuevo es un bebé, débilmente alambrado que requiere atención total para subsistir. Para lograr un circuito de tamaño completo se requieren tres meses. Si practicamos el nuevo comportamiento por tres meses el nuevo circuito estará conectado. Pero aun es materia gris, es decir, es un lobo adolescente. Gana fuerza sólo por repetición, cuando es cubierto por mielina. Puede tomarnos hasta un año tener un nuevo hábito en piloto automático. Pero aún con un lobo adulto, no hemos ganado la batalla del cambio. Ahora tenemos dos lobos fuertes: uno viejo y uno nuevo. Y ganará el que más alimentes con tu atención y repetición.
La pregunta es: ¿cuál de los dos lobos alimentarás hoy?


Por otro lado, la neurociencia nos dice que nuestro cerebro es plástico, es decir que las conexiones neuronales pueden re-formarse, que las neuronas pueden asumir nuevos roles y que nuevas neuronas crecen cada día. En un estudio de los taxistas de Londres descubrieron que la necesidad de aprenderse un mapa tan complejo ha provocado una protuberancia en el cerebro—que solo ellos tienen—en la que guardan el mapa de la ciudad y que los de más experiencia tienen una protuberancia mayor a los de menor experiencia. El cerebro se desarrolla para permitirnos aprender, cambiar y evolucionar. Nuestros hábitos son patrones o “caminos viejos” aprendidos y andados tantas veces que corren en auto-pilot. La ciencia de la neuroplasticidad nos dice que podemos, de forma consciente, alterar las rutas neuronales de nuestros comportamientos no deseados para cambiarnos a nosotros mismos. La ciencia nos dice que tenemos un cerebro plástico que podemos alterar. Y no requiere cirugía, sino consciencia. Y esa es gratis.

